Darío era un chico inteligente, sacaba todo sobresaliente a pesar de pasarse las horas de clase mirando tímidamente a Sonia. Le gustaba su forma de ser, su discreción y sus finas formas llevaban a Darío a los rincones más inhóspitos de su ser. Ella no era una chica de las que llaman la atención a primera vista, pero veía en ella la delicadeza de un pétalo, la distinción de una princesa salida de un cuento. Pasaba las noches en vela intentando idear planes para hacerle saber a Sonia lo que sentía por ella, sin embargo, su inherente timidez y su inseguridad le impedía llevarlos a cabo. Escribía preciosas cartas de amor que jamás entregaría.
Nunca lo sospechó Sonia, la que a pesar de ser una chica formal, sentía como se le aceleraban cada vez que veía a Fidel por los pasillos, ese chico tan rebelde y tan a su aire que se desinteresaba por el mundo. Le entristecía ver como no le hacía caso, se ponía su ropa favorita para ir al instituto pero ni siquiera le miraba. Nunca había conseguido reunir el valor suficiente como para acercarse a hablar con él, se emocionaba entrando en redes sociales y viendo sus fotos e imaginando lo feliz que seria a su lado.
Fidel, a pesar de las apariencias, hacia poco que empezaba a sentir algo por Andrea, aquella preciosa chica castaña con los ojos color miel sin duda era la más guapa del curso, lucia sus curvas con vaqueros ajustados y escotes provocativos. Estaba a años luz de que se fijara en él, nunca tendría posibilidades con ella ya que era admirada por la inmensa mayoría de chicos del instituto, incluyendo los de cursos superiores. Solo quería una chica guapa que le amara más que a nada en el mundo.
Tenía muchos pretendientes, es cierto, pero Andrea sentía que no le trataban como merecía, solo se fijaban en su físico y estaba harta de que le hicieran daño. Ya eran tantos los que se habían aprovechado de ella que había perdido la cuenta y no pensaba volver a cometer ese tipo de errores. Andrea sabía que necesitaba alguien que le amara de verdad, que le amara por quien es, que le dijera cosas bonitas, alguien como Darío, ese chico inteligente que se sentaba al final de la clase sin decir nada, sabía que alguien como él sabía valorar a las personas.
Los cuatro protagonistas de esta breve historia de amor estaban dispuestos a cambiar lo que fuera por la persona a la que amaban. Era la típica alucinación transitoria característica de muchos adolescentes contemporáneos. Habría sobrado con dar una oportunidad a la persona indicada y habrían sido amados sin necesidad de cambiar en ningún aspecto. Con el paso del tiempo terminarían viendo en esa persona a quien tanto necesitaban. Tenían lo que deseaban justo a su lado, sin embargo, estaban tan cegados intentando conseguir algo sin atreverse del todo. Obsoletos, no supieron ver la oportunidad... no podían quejarse, tampoco la supieron dar.
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